Se ha demostrado que el miedo y la ansiedad hacia el dentista y la odontología, en general, son aspectos importantes que contribuyen a evitar el cuidado dental. De hecho, la evitación a la hora de asistir a la consulta del dentista se considera la principal consecuencia de la ansiedad dental, considerándose una barrera importante para recibir atención bucodental con regularidad.
De esta forma, el miedo dental constituye una de las principales variables responsables de la evitación a la atención odontológica. Dejar de ir al dentista puede provocar la evolución a un estado de gravedad de un problema bucal simple, que con el paso del tiempo puede requerir un tratamiento más especializado.
Así pues, no hay duda de que este tipo de emociones pueden afectar a la calidad de vida, impactando en el bienestar psicológico, fisiológico, social y emocional de la persona que las sufre. Es más, la ansiedad dental genera también cuadros de estrés durante la consulta odontológica, alterando el comportamiento del paciente y llevando, incluso, a la cancelación de las citas.
La ansiedad dental puede afectar a la vida de quien la sufre de múltiples maneras. La primera es a través del deterioro de la salud oral.
La presencia de ansiedad dental se relaciona estrechamente con un empeoramiento progresivo de la salud bucodental en los pacientes, que suelen presentar un mayor número de dientes perdidos y cariados y un menor número de dientes tratados o empastados. También se ha observado un mayor número de lesiones perirradiculares y de pérdida ósea en estos pacientes.
Como consecuencia del deterioro de la salud oral, también se produce un deterioro de la salud general, pero también a consecuencias psicosociales.
La ansiedad dental se asocia con un deterioro cognitivo y social, agresividad, tensión, inestabilidad emocional, pensamientos negativos y creencias preexistentes que se pueden ver reforzadas por la experiencia o comentarios externos.
También tienen baja autoestima, poca seguridad en uno mismo y vergüenza. Estas pueden jugar un doble papel, como causa preexistente y como consecuencias derivadas del sentimiento de baja autoeficacia al culparse por no verse capaz de enfrentar el problema, o en relación a su estado de salud oral y su estética deficiente.
La ansiedad y el miedo dental pueden afectar a la calidad de vida o bienestar de la persona, en especial por el mencionado deterioro en la salud oral, que condiciona dificultades en la masticación, dolores, infecciones recurrentes, malestar, problemas digestivos…
También se producen alteraciones del sueño, normalmente por malestar y episodios de dolor, incluso por inquietud emocional. Además, puede influir de forma significativa en su día a día y en las relaciones personales y laborales.
En aras de solventar los episodios agudos de dolor o infección, los pacientes recurren a medicación, incluso por su cuenta, muchas veces de forma excesiva e irregular.
También tienen una higiene deficiente, ya que suelen mostrar peor higiene oral, probablemente por la dejadez o la falta información al respecto. La presencia de una mala salud bucal y una emoción negativa hacia esta facilitaría una perpetuación del ciclo de negligencia del cuidado de la salud bocal.
El paciente evita acudir al dentista, incluso cuando lleva tiempo sufriendo dolores o dificultades en su vida diaria y, en casos severos, algunos pacientes indican no haber acudido en su vida a un dentista.
Además, esta ansiedad y miedo también conlleva a consecuencias laborales y educativas: ausencias de trabajo y al centro de enseñada por procesos dolorosos, infecciosos agudos, problemas derivados de las alteraciones del sueño…