En algunas etapas de la vida, como es en el caso de la gestación y la lactancia, la nutrición materna es fundamental para la salud materno-fetal, además de influir en los resultados obstétricos debido a la mayor vulnerabilidad del embrión durante las primeras diez semanas de gestación.
La gestación requiere de una dieta saludable, que asegure un aporte adecuado de energía, proteínas, vitaminas y minerales para satisfacer las necesidades materno-fetales. De esta forma, la gestación constituye en sí misma un periodo durante la cual la dieta materna y los factores nutricionales juegan un papel fundamental tanto para el bienestar materno como para el desarrollo y el crecimiento fetal.
La gestación hace que los requerimientos de ciertos micronutrientes estén aumentados durante la misma, especialmente de aquellos que están implicados en la división y crecimiento celular y síntesis de ADN (folato, vitamina B12, vitamina D, hierro y zinc), desarrollo cerebral fetal (yodo y ácidos grasos omega 3), y antioxidantes que protejan al feto de los radicales libres y mutaciones de ADN (vitamina A, vitamina C y vitamina E).
La alimentación de la mujer gestante debe cubrir los requerimientos propios de todos los nutrientes y energía en etapa no reproductiva, a la vez que asegurar el óptimo crecimiento y el mantenimiento funcional del feto, la placenta y la adaptación del organismo materno.
Es una etapa de máxima vulnerabilidad nutricional, una adecuada alimentación es necesaria para evitar la aparición de enfermedades de origen nutricional en madre e hijo, asegurar el óptimo crecimiento del lactante y favorecer su desarrollo psicomotor y cognitivo.
Así, el consumo de frutas y verduras en las embarazadas está especialmente recomendado, puesto que aporta nutrientes esenciales que colaboran en la prevención de ciertas enfermedades y déficits nutritivos, y, además, suelen desplazar el consumo de otros lamentos de menor valor nutritivo, influyendo su consumo positivamente en la salud materno-fetal.
En este sentido, son muchas las mujeres embarazadas que siguen una alimentación vegetariana o vegana, pero, ¿son realmente saludables? Lo cierto es que constituyen un grupo de riesgo para deficiencias de ciertos nutrientes.
Por ejemplo, las ingestas de calcio, vitamina B12, riboflavina y yodo pueden encontrarse por debajo de la ingesta recomendada, especialmente en el caso de gestantes veganas. Asimismo, la ingesta de hierro y zinc también se puede encontrar comprometida al excluir de la dieta los productos cárnicos y el pescado.
Sin embargo, gran parte de estos requerimientos puede ser resueltos con una dieta bien planificada y la ingesta de alimentos enriquecidos y suplementos, cobrando especial importancia los suplementos de vitaminas y minerales en el caso de dietas veganas. Las personas vegetarianas constituyen grupo de riesgo para déficit de vitamina D y calcio.
Una mujer embarazada, que lleve a cabo una dieta vegetariana estricta, puede presentar deficiencias nutricionales que pueden alterar la salud materno-fetal.
Aunque la investigación sobre la ingesta de nutrientes en gestantes vegetarianas es limitada, parece ser que este grupo de gestantes consumen menores cantidades de vitamina B12, vitamina C, calcio, zinc y proteínas, y mayores cantidades de hidratos de carbono que las gestantes no vegetarianas. Debido a esta mayor ingesta de carbohidratos, cabe mención especial el caso de gestantes vegetarianas diagnosticadas de diabetes gestacional, cuya mayor ingesta podría llegar a ser problemática.
En gestantes con dieta vegetariana estricta (vegana) pueden existir carencias de vitamina B12, y de calcio (debido a una disminución de su ingesta y a una dificultad en su absorción provocada por la presencia de ácido fítico) así como de vitamina D.