«Estamos observando pacientes con necesidad de hospitalización por descompensaciones derivadas de un control ambulatorio subóptimo»

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Licenciada en Medicina y Cirugía por la Universidad de Oviedo, la Dra. Amelia Carro es una reputada especialista en Cardiología con más de una década de experiencia médica. Licenciada en Medicina por la Universidad de Oviedo y Especialista en Cardiología vía MIR (Hospital Universitario Central de Asturias). En el año 2008 obtuvo el Diploma de Estudios Avanzados, Anatomía y Embriología Humanas por la Universidad de Salamanca. Posteriormente obtuvo el Título de Doctora en Medicina por la Universidad Autónoma de Barcelona.
Coordinadora nacional del Grupo de Trabajo de Cardiología del Deporte, es miembro activo de la Sociedad Española de Cardiología. Desde 2013 dirige el Instituto Corvilud, labor que compagina con la instrucción de yoga en la Escuela de Profesores Sanatana Dharma; también es terapeuta de Reiki por la Federación Española de Reiki.

Una investigación realizada en la Universidad de San Diego evidencia que la Covid-19, considerada una enfermedad respiratoria, puede ser también una enfermedad vascular. ¿Podría ser esta la explicación a la presencia de trombos en la sangre en pacientes que padecen covid-19?

La investigación de Lei et al (Circulation Research 2021; 128: 1323) expone el daño vascular observado en un modelo animal de laboratorio en el que la administración de un pseudovirus no infectante induce cambios mediados por la proteína S que condicionan daño vascular endotelial.

Este mecanismo podría ser similar al ocurrido en humanos. Los datos clínicos acumulados a lo largo de la pandemia a través de registros observacionales demuestran que el coronavirus tiene un especial tropismo (tendencia a afectar, predilección por ese territorio) por los vasos sanguíneos, especialmente los de menor tamaño: arteriolas y capilares que, en su conjunto, se conocen como «microvasculatura».

La Covid-19 ha afectado a todas las especialidades de la medicina, así como a la atención que se brindaba a los pacientes. ¿Cómo ha afectado a los enfermos cardiovasculares?

La afectación cardiovascular es relativamente frecuente en pacientes infectados por coronavirus, y podríamos dividir las manifestaciones en dos grupos:

  • Daño inducido por la infección: fenómenos mediados por el virus o la inflamación secundaria en respuesta a la misma: miocarditis, vasculitis sistémica, arritmias, tromboembolismo pulmonar, entre otras
  • Desestabilización de patologías previas (se explica en la pregunta siguiente)

¿Puede esta patología empeorar o desencadenar enfermedades cardiológicas?

Todo proceso infeccioso y/o inflamatorio pone en marcha mecanismos de reparación, se produce fiebre, se acelera el metabolismo (procesos catabólicos y anabólicos), etc. Hace que nuestro organismo tenga que trabajar más y, muchas veces, en condiciones de estrés metabólico y hormonal. Todo ello puede desestabilizar patologías previas, con lo que personas con factores de riesgo cardiovascular y/o enfermedades cardiovasculares están más predispuestos a sufrir una complicación:

  • Cardiovascular: crisis hipertensvias, insuficiencia cardiaca, shock cardiogénico, infarto, arritmias, muerte súbita.
  • No cardiovascular (la incapacidad del corazón de mantener el gasto cardiaco a las necesidades aumentadas para combatir la infección provoca fracaso de otros órganos): distrés respiratorio, necesidad de intubación/ventilación mecánica, insuficiencia renal/necesidad de diálisis, hepatitis/fracaso hepático, úlceras de estrés (a nivel cutáneo), gsastritis o úlceras digestivas, alteración de conciencia (hasta coma).

¿Cuál ha sido el rol de los cardiólogos en esta pandemia?

Ha sido necesario una reestructuración global de la asistencia que hizo que los cardiólogos tuvieran que realizar esfuerzos muy importantes y decisivos. Por ejemplo, para mantener la continuidad de las patologías crónicas: visitas telemáticas, seguimiento remoto de pacientes portadores de dispositivos (marcapasos/desfibriladores), adaptación de protocolos para la realización de pruebas y procedimientos (ecocardiogramas, pruebas de esfuerzo, coronariografías, cateterismos, etc.) cumpliendo medidas de protección frente a contagio. Los servicios de rehabilitación habilitaron sistemas de telemedicina para poder ofrecer un adecuado seguimiento.

También para garantizar la asistencia a procesos agudos como el infarto de miocardio, que mantuvo la prioridad de atención gracias a que se garantizaron dispositivos asistenciales las 24 horas del día en la red de “Código infarto”.

Y para asumir la creciente carga asistencial derivada del aumento de pacientes con enfermedades cardiovasculares desencadenadas o desestabilizadas por una infección por coronavirus.

A nivel general, ¿ha empeorado la salud cardiovascular en España durante estos meses?

Se está viendo que, a pesar de mantener la actividad y disponibilidad de redes asistenciales, el número de pacientes atendidos por infarto agudo cayó hasta un 40%, lo que supone que muchos pacientes no solicitaron atención urgente. En parte, esto se debe al miedo o demora en llamada a servicios de urgencias por parte de los pacientes. Por otro lado, el control de factores de riesgo y patologías crónicas a nivel de Atención Primaria sí se ha visto mermado. Muchos pacientes no han hecho seguimiento de cifras tensionales, controles analíticos (colesterol, diabetes, etc.), han abandonado tratamientos crónicos, etc. Todo ello repercute en la desestabilización de patologías. Esto hace que, en el momento actual, estemos observando pacientes de mayor complejidad y peor control a nivel de consultas y también con necesidad de hospitalización por descompensaciones derivadas de un control ambulatorio subóptimo.

La telemedicina, entonces, se ha convertido en un factor clave en esta atención, ¿no?

La telemedicina es un término muy amplio, que no debe contemplarse simplemente como una llamada o videollamada. Se dispone de herramientas de gran utilidad que favorecen que un paciente pueda mejorar su asesoramiento, control y estado de salud sin la necesidad de acudir a un centro sanitario. Esto no sustituye la atención presencial que, en determinados puntos de su trayectoria clínica, sigue siendo imprescindible (por ejemplo, realización de un ecocardiograma o cateterismo). Pero agiliza procesos, permite que el paciente tenga información acerca de su estado de salud en su domicilio, que pueda acceder a trámites administrativos sin desplazarse, que mejore el control de sus constantes vitales, etc.

¿Cree que la telemedicina ha llegado para quedarse o que, cuando pase la pandemia, se volverá a la rutina de las consultas presenciales?

Creo que la telemedicina necesitaba una implementación en su desarrollo y que la restricción de acceso presencial ha puesto de manifiesto esta necesidad y las lagunas por cubrir. Creo que ha llegado para quedarse, pero que deben perfilarse trayectorias clínicas coordinadas entre los diferentes puntos de control (atención sanitaria especializada, atención primaria, farmacia ambulatoria, centros de rehabilitación, profesionales implicados de otras especialidades) para que no haya interferencias, duplicidades, lagunas, etc. Necesitamos que el sistema sea saludable y sostenible, además de adaptarse a las circunstancias de cada individuo (nivel educativo, horarios, acceso a internet, etc.).